El sexto día nos brindó un merecido respiro en el encantador Cassis, luego de un recorrido deportivo por las elevaciones de la cordillera y la incomparable Costa Azul. Conquistamos más de 600 metros de altitud por la mañana, deleitándonos con vistas al mar en cada subida y bajada. Descendimos hacia el pintoresco pueblo costero, donde los barcos adornan la bahía frente a las majestuosas montañas de piedra caliza. Los restaurantes nos tentaron con delicias marinas irresistibles.
Cassis casi marca el final de nuestra aventura en bicicleta, que comenzó hace una semana en Aviñón, el corazón de la Provenza. Esta tarde, tomaremos un tren hacia Marsella, donde disfrutaremos de una comida y vino en uno de los restaurantes. Sin embargo, subir a la estación del tren, ubicada a 150 metros sobre el nivel del mar, resultó un desafío inesperado después de una botella de vino.
Pero el esfuerzo termina cuando te encuentras en el tren hacia Marsella. Este recorrido de 260 kilómetros desde Aviñón hasta aquí representa un auténtico desafío físico. Comenzando en Aviñón, exploramos el centro histórico antes de enfrentar los desafíos de las altitudes en los próximos días.
Cada día te fortaleces y encuentras tu ritmo en la bicicleta, absorbiendo los paisajes cambiantes: rocas de caliza, olivares con amapolas rojas, viñedos y rebaños de ovejas en las mesetas. Este viaje es más que un desafío físico; es una experiencia para los sentidos, una conexión con la tierra y una celebración de la fuerza y la belleza de la naturaleza.
La bicicleta simboliza la libertad de movimiento, siendo una figura prominente tanto en Aviñón como en Aix-en-Provence, donde nos alojamos en un antiguo monasterio en el centro histórico, así como en Cassis o Marsella, donde el tráfico no es un problema.
Durante nuestro tour, exploramos diversos paisajes, desde los Alpilles hasta subir cinco kilómetros para llegar a Les Baux, una ciudad en las rocas que representa un desafío para los músculos. Cada día, alrededor del mediodía, encontramos un lugar para hacer un picnic con pan, vino, queso y embutidos locales, auténticas delicias de la región.
Las rutas y calles son de excelente calidad; algunas son conexiones entre pequeños pueblos con poco tráfico, mientras que otras, la mayoría, son senderos asfaltados o de tierra. En ocasiones, parece que estos caminos fueron trazados por artistas en lugar de ingenieros, fusionándose con el paisaje sin dañarlo.
Cerca de Aix-en-Provence, seguimos el camino de Cézanne, en honor al famoso pintor nativo de la región, Paul Cézanne. Estos caminos probablemente se han desarrollado a lo largo de muchos siglos. También hubo sorpresas: al final del recorrido en bicicleta, algunos participantes sintieron que habían descendido más de lo que habían subido durante el viaje.
Sin embargo, estas experiencias son muy individuales.
-Franz Smets, Aviñón